León Felipe y Luis Buñuel

Cuando Buñuel llega a México su círculo de amigos está compuesto sobre todo por exiliados españoles como él. En 1949 escribe: Sigo aislado, por completo, de fiestas, cabarets, etc. del funesto mundillo cinematográfico de aquí. Mis “parties” son siempre en casa de amigos o más bien en la mía. Los componentes, León Felipe, Larrea, Imaz, Moreno Villa, Mantecón…[1]
León Felipe
Es decir, había una estrecha relación entre el poeta León Felipe y Luis Buñuel.
León Felipe quiso introducirse en el mundo del cine, pero lo tuvo muy difícil pues era muy difícil que los sindicatos del sector lo permitieran. En 1945 escribió: “Yo necesito la pantalla para hacer mi número... un pequeño cuento que he inventado, y quiero que lo oigan en todos los rincones del planeta. Es un cuento que además de gracia y de suspense tiene intención y actualidad y podrá ayudarnos a todos a caminar un poco mejor por estas tinieblas que nos circundan. Es un cuento que he compuesto en colaboración con otros tres juglares famosos, mucho más famosos que yo, tal vez los juglares más grandes que ha habido en el mundo ... Lo tengo todo, todo... y no me falta más que la pantalla. ¡La pantalla!. .. Y no la tendré nunca, porque no pertenezco al sindicato.” [2]
Unos años más tarde Buñuel sería una de las pocas excepciones que consiguió entrar en la industria cinematográfica mexicana.
“León Felipe tenía una idea bastante ingenua de lo que era el cine, especialmente como arte con una vertiente industrial. Y el desengaño no tardó en llegar al tratar de plasmar  en celuloide su imaginería.
Y sobrevino el choque. En 1945 publicó en la Revista del Guatemala un texto titulado El cine y el poeta que luego sería incluido como prólogo en la versión de 1951 de La manzana. Allí se dicen cosas muy fuertes respecto al cine mexicano: "Todavía no se ha atrevido nadie en México a quemar un cine ni a linchar un productor, y no será porque no le conozcan, que cínica, vanidosamente y con letras de escándalo estampa siempre su nombre en la pantalla. Pero todo se andará."”[3]
Las posibilidades de León Felipe de llevar sus poemas cinematográficos a la pantalla eran nulas y de ahí su desencanto e irritación con el cine mexicano.
Hasta 1950 las relaciones entre León Felipe y Buñuel fueron muy amigables, como demuestra la siguiente declaración de Buñuel: Presentamos la película en el cine México, en noviembre del 50, creo. El primer día invitamos a unas cincuenta personas, amigos. Al salir, todos muy amables: «Muy bien, Buñuel, muy bien». Sin ningún entusiasmo, con la cara larga. Hasta que llegó Berta Gamboa, esposa de León Felipe, mexicana, con sus uñas afiladísimas, hecha una furia, una arpía, decidida a sacarme los ojos (yo tuve miedo, pero no me podía echar para atrás), gri­tándome con sus uñas delante de los ojos: «¡Miserable, canalla, puerco! ¡Estos niños no son mexicanos! ¡Voy a pedir que le apliquen el treinta y tres! ¡Granuja!». Fue­ra de sí. Y Ruth Rivera, hija del pintor Diego Rivera, a su lado como una estatua. Siqueiros, a mi derecha, que me había felicitado con entusiasmo, con entusiasmo de verdad, me decía: «¡No hagas caso! ¡Cosas de viejas!». Y pensar que Berta venía a comer a casa —con León, como es natural—, no una vez, sino seis, diez, quince veces.[4]
Max Aub y León Felipe
El texto que León Felipe tenía tanto interés en llevar a la pantalla era su “poema cinematográfico” La manzana[5], y que intentaría que Buñuel se lo filmara aunque no lo consiguió.
En La manzana se entablan una serie de analogías visuales que León Felipe seguramente estimó altamente fotogénicas, ya que expresaban mediante cuadros famosos y arquetípicos situaciones que a través de la Gran Galería de los Símbolos resumían momentos culminantes de la humanidad occidental…[6]
Luis Santullano, escribió cuando se publicó el poema cinematográfico: "Excelente Cine para leer este Poema de León Felipe, que reclama una pantalla mágica y nueva para la expresión literaria nueva", pero no le veía posibilidades de llevarlo a la pantalla. [6a]
Esta negativa de Buñuel podría estar en el origen del alejamiento entre ambos. Esta frustración de León Felipe por no conseguir su objetivo y su alejamiento con Buñuel se aprecia en la carta que le envió a su amigo Juan Larrea:
Escribí unos poemas más... y luego de una pausa y a la desesperada me pu­se a romper papeles viejos e inútiles. Rompiendo, rompiendo me encontré con un poema cinematográfico que había comenzado hace seis años y del que te leí, creo, algunas cosas. Lo vi de nuevo y lo terminé. Ha resultado algo de un género extraño y donde hay muchas cosas tuyas. Se titula “La manzana”. Se lo leí a Buñuel, pero no le gustó. Dijo que no había «suspense» porque el prota­gonista era inmortal. El protagonista, como sabes, es Paris, el troyano. Luego, cuando vi Los olvidados[7] (una película que le han premiado en Cannes, de la que habrás oído hablar y que fue el resultado de aquellas conversaciones en tu casa[8] y de las incursiones que hizo por los barrios bajos con Luciane[9], buscando un tema donde entrasen los vendedores de lotería[10]...), comprendí que él no tiene nada que hacer con un personaje inmortal. Necesita torturar, humillar y matar a mucha gente. No entiende ni cree en la inmortalidad del símbolo. Me volvió a repetir aquello que te dijo a ti también[11]: la manzana tiene el mismo va­lor histórico y simbólico que el tomate. Es un bruto sádico aragonés, con un surrealismo trasnochado que aquí ahora suena muy bien con la nueva música de Sartre. No le he vuelto a ver desde entonces. Creo que nuestra amistad se ha enfriado. Esta noche le dan una cena a la que no asistiré.[12] (El subrayado es mío)
Este desencuentro entre León Felipe y el cine en general y con Buñuel en particular se mantendrá a lo largo de los años. Paco Ignacio lo confirma con este comentario:
“Durante mucho tiempo yo acudí a una tertulia que de alguna forma lideraba León Felipe, siempre con su chamarra de pastor, su gorra negra y una cachaba de muy impresionante aspecto. Nos sentábamos todos alrededor de una o varias mesas en el café Sorrento y se hablaba de todo, de todo menos de cine.
Tardé mucho en advertir esta ausencia, acaso porque yo cubría mis amores cinematográficos en otras reuniones. El caso es que el tema cine era una ausencia, y ello a pesar de que, incluso, alguna vez pasaba por el Sorrento Max Aub y de que un contertulio habitual, Bretón, componía música ambiental para muchas películas.
Juan Larrea y León Felipe
Nunca comenté a Buñuel que su nombre estaba tan curiosamente alejado de los temas habituales de aquel grupo de exiliados españoles, quienes reconstruían su Madrid de jóvenes tan puntualmente que se llegaba a poner en discusión sobre si una taberna se encontraba en ésta o la otra calle. En 1965, el olvido de Luis Buñuel por parte de los poetas del Sorrento mexicano apareció muy evidente, y aún escandaloso, cuando León Felipe hizo público un largo poema titulado Ángeles en el que recordaba a los «ilustres amigos» del exilio, a los que, según afirmaba, debía una elegía.
Los nombres de estas figuras aparecían uno tras otro en un largo rosario en el que algunos eran relacionados sólo por sus nombres de pila. En la relación había políticos —Indalecio Prieto y también militares—, Llano de la Encomienda y, claro está, poetas: Cernuda, Domenchina, Moreno Villa.
Luis Buñuel no aparecía en esta larga nómina y, por lo que recuerdo, nadie señalo tal ausencia. Como si el cine no tuviera lugar en el gran monumento poético al exilio español. Y eso a pesar de que en 1965 Buñuel ya había entrenado, entre otros filmes, Nazarín, Viridiana y El ángel exterminador.
A vueltas con este curioso fenómeno de ignorancia que supongo nunca fue el resultado de una mala intención, sino de una suerte de desprecio por un arte menor, fui a entender que estábamos ante un fenómeno de ida y vuelta. El propio Buñuel, tan olvidado por los literatos en los días del café Sorrento, jamás tuvo la tentación de pasar por tal café, que ya había adquirido la calidad de mesa de jurados de la intelectualidad.” [13]
Lo que es indudable es que entre Ilegible, hijo de flauta y La manzana se produjo, lo que Sánchez Vidal definió como “una convergencia de textos cruzados que implica por igual a Buñuel, Larrea y León Felipe en pro de una práctica más abierta y libre en México que sólo la tenacidad y talento de Buñuel pudieron, finalmente, materializar, como es bien sabido.”
Y más adelante añade: “la estructura itinerante y abierta, que tanta importancia tendrá en la filmografía última de Buñuel (La Vía Láctea, El discreto encanto de la burguesía , El fantasma de la libertad), se genera a partir del esquema de Ilegible, hijo de flauta. Si alguien quiere acompañar en su juicio a Larrea y ver en ello un triunfo in extremis de León Felipe, estará en su derecho.”[14]

León Felipe se le cruzará a Buñuel en otras dos ocasiones:
·       En Ilegible, hijo de flauta, el guion redactado entre Juan Larrea y Luis Buñuel y basado en una historia de aquel, en la versión de 1957 ampliada por Larrea aparece León Felipe:
- Apéate, ordena Ilegible. En efecto, ambos bajan de sus cabalgaduras a las que arrean y espantan para que sigan caminando solas y se lleven tras ellas al león.
- Hazte el don Tancredo y encomiéndate a San León Felipe -vuelve Ilegible a aconsejarle. Buscan dos piedras algo prominentes. Las utilizan como pedestales, quedándose inmóviles con los brazos cruzados y la mirada perdida en el vacío.
Se acerca el león. Olfatea. Investiga, sacudiendo el rabo. Vuelve a olfatear. Al fin levanta la pata como los perros contra Ilegible. Y a continuación escarba la tierra y pone en movimiento una nube de polvo tras la que se esfuma y desaparece.
Cuando se atreven a volver en sí con la respiración entrecortada Ilegible descubre que donde el león levantó la polvareda, hay, además de algunos huesos esparcidos, un objeto rectangular. Lo recoge. Es un sobre de carta, cerrado. Lo abre. Halla dentro un trozo de tarjeta cortado irregularmente, como el que encontró en la cartera y examinó al caminar hacia el barco. Y una llave.
Saca Ilegible el trozo que lleva consigo y comprueba que coincide punto por punto, por sus bordes irregulares, con este de ahora. Unidos los dos fragmentos se lee:
A veinticinco pasos de la piedra horadada o bilabiada, dirección oeste, donde veas restos de tortuga, a medio metro de profundidad. Que Él te acompañe y te bendiga.
Echa Ilegible un vistazo a la cartera, al retrato del niño y a la carta de amor.  (Rápido  close  up.)
- Debe este león ser el cartero del desierto, sugiere Avendaño mientras buscan  por  los alrededores  una piedra  hendida.
¿Viste cómo se parecía de verdad a León Felipe?, explica Ilegible.[15]
·       La adaptación que León Felipe hizo de Shakespeare en  Mabeth o el asesino del sueño. Paráfrasis de la tragedia de Shakespeare. En 1971 Buñuel llegó a un acuerdo con Paco Rabal para dirigir a este y a Nuria Espert en la puesta en escena de la adaptación que hizo León Felipe del Macbeth de Shakespeare. Cuando el proyecto salió a la luz pública Buñuel desistió de su intento.


[1] Carta a Rubia Barcia de 5 de abril de 1949. En: José Rubia Barcia: Con Luis Buñuel en Hollywood y después, Edicios do Castro, 1992, pág. 44
[2] Carta abierta de León Felipe a Mario Moreno "Cantinflas" publicada en Cine Mexicano, 17 de marzo de 1945. Tomada de Agustín Sánchez Vidal: La frustrada andadura cinematográfica de León Felipe, Mester, Vol. XVII. No. 1 (Spring, 1988), pág. 9
[3] Agustín Sánchez Vidal: La frustrada andadura cinematográfica de León Felipe, Mester, Vol. XVII. No. 1 (Spring, 1988), pág. 3-4
[4] Max Aub: Luis Buñuel, novela, Cuadernos del vigía, 2013, pág. 185
León Felipe: La Manzana. Poema Cinematográfico, Editorial Tezontle, 
[5]1951. Como obra dramática sería publicada en 1954 por Cuadernos Americanos.
[6] Agustín Sánchez Vidal: La frustrada andadura cinematográfica de León Felipe, Mester, Vol. XVII. No. 1 (Spring, 1988), págs. 2-3
[6a] Santullano, Luis, “La Manzana de la Concordia. En la Pantalla Magica del Poeta”, en El Nacional, 240, 4 de noviembre de 1951
[7] Cuenta Buñuel: Cuando presenté aquí Los olvidados, Berta León Felipe me insultó y me quiso pegar; León, muy correcto, pero le repugnó el film(Carta a Juan Larrea de 1 de junio de 1951. En: Gabriel Morelli (ed.), Ilegible, hijo de flauta, Ed. Renacimiento, 2007, págs. 61-62)
[8] Buñuel empezó a escribir el guion de Los olvidados con Juan Larrea y Max Aub y que no aparecen en los títulos de crédito porque no estaban sindicados.
[9] No hay constancia de que esto sea cierto. Según Buñuel esas incursiones las realizó o bien solo o acompañado del guionista Luis Alcoriza o del escenógrafo Edward Fitzgerald.
[10] En un principio Buñuel tenía previsto rodar una película titulada ¡Mi huerfanito jefe! sobre un niño vendedor de lotería. A Óscar Dancigers lo le agradó ese folletín y le pidió hacer algo mejor. De ahí salió Los olvidados.
[11] Hace referencia a la colaboración entre Larrea y Buñuel para el guion de Ilegible, hijo de flauta, cuya primera versión es de 1947.
[12] Carta de León Felipe a Juan Larrea de 11 de mayo de 1951. En: León Felipe: Castillo interior, Fundación Banco Santander, 2015, pág. 144
[13] Paco Ignacio Taibo: Palabras, ruidos y silencios en el cine de Buñuel, Congreso de Zacatecas. Cervantes. es
[14] Agustín Sánchez Vidal: La frustrada andadura cinematográfica de León Felipe, Mester, Vol. XVII. No. 1 (Spring, 1988), pág. 8
[15] Gabriel Morelli (ed.), Ilegible, hijo de flauta, Ed. Renacimiento, 2007, págs. 203-4

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