El carnuzo y lo putrefacto en la obra de Luis Buñuel

En el último post analizamos el significado y origen de los 
La edad de oro
vocablos putrefacto y carnuzo. Aquí vamos a ver su amplia presencia en la obra de Buñuel, tanto literaria como cinematográfica. Sirva como introducción este texto de Sánchez Vidal: “Ahí están las carroñas de los obispos en La edad de oro, procedentes de Valdés Leal, de quien tomó también el título de El ángel exterminador; o el sepulcro del Cardenal Tavera, que aparece en Tristana y Un proyecto  de cuento; por no hablar de las estatuas animadas o los espectros de aparecidos, como el del Tenorio que se refleja en el "Mitrídates, cadáver recalcitrante" de Hamlet y El discreto encanto de la burguesía o la estatua vengadora de la leyenda El beso de Bécquer, utilizada en El fantasma de la libertad. Es el tema del carnuzo, tratado específicamente en La agradable consigna de Santa Huesca, que narra las incontables aventuras de un trozo de carne viva que despliega una asombrosa actividad en varios frentes. Y, en relación con él, los putrefactos, desde los burros impasiblemente aposentados en los pianos de Un perro andaluz hasta –en la jerga de la Residencia– todo lo que oliera a caduco en actitud vital o estética[1]...

Ya vimos que lo opuesto a lo putrefacto era lo antiartístico. Buñuel sintió en los últimos años de la década de los veinte una gran admiración hacia la antiartisticidad del cine norteamericano.
Esta valoración positiva de lo antiartístico, opuesto al sentimentalismo y esteticismo putrefactos, que se forjó en su juventud madrileña, se mantendría vigente a lo largo de toda su carrera, incluso cuando tuvo que abordar melodramas populares en el seno de estereotipos y rígidos convencionalismos...[2]
Román Gubern encuentra en el carnuzo una de las claves de la originalidad del surrealismo buñueliano: Frente al surrealismo elegante e ingenioso en sus formulaciones provocadoras de Breton, Buñuel propuso la provocación de un surrealismo excremental, que se detecta ya con la predilección del adjetivo putrefacto...Llamamos excremental a su surrealismo, por la recurrencia de sus exabruptos fisiológicos, que se detectan ya en sus textos literarios. Su Una historia decente (1927) es un relato sobre la ausencia y presencia de menstruaciones en las dos protagonistas. En El ángel exterminador se defeca en un hermoso jarrón chino, Simón el Estilita defeca a lo largo de su columna de sustentación, mientras en El fantasma de la libertad se expone la defecación en público como contraste de la comida en clausurada privacidad.
El surrealismo excremental de Buñuel se manifiesta, pues, en su despliegue de la agresión, la mutilación o el deterioro fisiológico, en temas iconográficos tales como los burros podridos, la mano cortada y el ojo partido por la navaja. Estas constantes remiten a una iconografía indígena, de raíces rurales y primitivas, que se remontan al mundo campesino de su Calanda natal.
Uno de los puntos de partida mejor conocidos de esta iconografía primitiva se origina en el famoso carnuzo.[3]
Este es un tema que ya aparece tempranamente en algunos textos literarios de Luis Buñuel. Valgan como ejemplos:
·                 En Proyecto de cuento Buñuel llega a asociar pu­trefación, castración y represión sexual.[4]
Un perro andaluz
·                 La agradable consigna de santa Huesca: Texto de gran riqueza en el que se narran las insólitas aventuras de un trozo de carne (el carnuzo), evocando subconscientemente la pierna muerta pero viva de Miguel Pellicer (el milagro de Calanda).
·                 En Hamlet el personaje de Mitrídates, es presentado en estado de total putrefacción,
·                 Menage a Trois:  Es un “relato de aire onírico ya muy personal, que no duda en dar la vuelta a ciertos clichés "putrefactos”[5].
·                 En Recuerdos medievales del bajo Aragón aparecen algunos de los grandes motivos de la poética de Buñuel y entre ellos la muerte a partir del burro putrefacto, el carnuzo y la amputación en el Milagro de Miguel Pellicer.[6]
De este mito (carnuzo) derivarían también las diversas manifestaciones iconográficas de materia orgánica deteriorada o amputada, como son el ojo partido, la mano cortada y los burros podridos de su primera etapa..[7]
El carnuzo aparece ya en su primera película a través de los dos burros muertos encima de los pianos. Ya vimos en el post anterior que hay quien atribuye su origen a Pepín Bello: “En Un perro andaluz hay muchísimo más de Pepín Bello que de Dalí. Toda la teoría del “carnuzo” y de los burros muertos...era una de esas ideas obsesivas que tenía Pepín Bello...desde los tiempos de la Residencia...”[8]. Buñuel dijo que la idea de los burros putrefactos era... mía que tenía en la cabeza desde el año veintitrés[9]. Y por último Dalí tenía varios cuadros en los que aparecían carroñas de burros.
El tema carroñero se prolongó en La edad de oro, que ya en su inicio presenta los despojos de unos obispos mitrados sobre unas rocas...La edad de oro fue mucho más lejos que Un perro andaluz en este aspecto excremental y necrómano y se ha insistido poco en su carácter deliberadamente feísta...
Ninguna película se había atrevido a presentar una escena en un retrete, con el añadido de la descarga del agua (nueva aportación al cine sonoro) y un primer plano excremental de lava en ebullición.[10]
Las Hurdes/Tierra sin pan
En La edad de oro las carroñas de los arzobispos o "mallorquines" aparecen encima de unas rocas. Esta imagen es una síntesis que Buñuel introduce en La edad de oro a partir de dos imágenes que en Un perro andaluz  se habían ofrecido por separado: los dos "carnuzos" de los burros podridos encima del piano y los dos maristas arrastrados por el cuello debajo del piano.[11] Está inspirada en el obispo podrido de la obra Finis Gloriae Mundi de Valdés Leal, al que Buñuel solía llamar "El obispo podrido". Este cuadro, con el contraste entre el lujo de las vestimentas y los insectos que recorren los despojos de los difuntos, debió fascinar a Buñuel por la diversidad de referencia a él que hay en su obra:
·       En Hamlet aparece un arzobispo nauseabundo.
·       En La vía láctea aparece el cadáver de un arzobispo exhumado y quemado por hereje.
·       En Tristana aparece el cardenal Tavera, que tanto fascinaba a Buñuel: Cuando con los amigos íbamos a Toledo, siempre visitábamos esa estatua, la del carde­nal Tavera, de Berruguete. Es extraordinaria: se ve la piel translúcida, el comienzo de la putrefacción.[12]
·       En su último guion escrito, Agón, aparece el ultraconservador arzobispo Soldevila.
"La relación entre "mallorquines" y los putrefactos (tanto en su acepción de burgueses ociosos" y trasnochados como en la de cadáveres recalcitrantes) la lleva a cabo el propio Buñuel en una carta al vizconde de Noailles en la que le dice que si alguna vez van a Toledo le enseñará un centenar de "mallorquines endomingados" en la vieja iglesia de San Román y añade que también en San Sebastián hay muchos "mallorquines", pero bien vivos, bajo la forma de burgueses veraneantes...Esto nos permite entender mejor el sentido que alcanzan en La edad de oro las referencias a los "mallorquines", los maristas, el obispo arrojado por la ventana, Jesucristo o toda la galería de putrefactos que desfilan por la fundación de la Roma Imperial o la fiesta de los Marqueses de X. Tan putrefactos son los unos como los otros, porque en todos ellos se manifiesta una sociedad moribunda, que mutila el deseo al interponerse entre los amantes.
Esta identificación estaba subrayada por Buñuel en el découpage de esa película, en una secuencia finalmente suprimida...en la escena del jardín, tras golpearse en la cabeza, el protagonista percibía la imagen de las carroñas de los arzobispos sobreimpresas con el director de orquesta besando a la chica. De esta forma quedaba mucho más explícita la conexión entre la represión establecida a partir de la fundación de Roma, el obispo arrojado por la ventana y el Cristo–Duque de Blangis final."[13]
Los olvidados
El burro putrefacto vuelve a aparecer en la película Las Hurdes/Tierra sin pan, donde además vemos a unos perros comiendo carroña y el vuelo de unos buitres.
En uno de los sueños de Los olvidados aparece la madre de Pedro ofreciéndole un gran trozo de carne a su hijo y en Los ambiciosos, grandes trozos de carne son entregados al pueblo para apaciguar su descontento.
La mitología del carnuzo se halla presente en otros films de Buñuel: en los matarifes de La ilusión viaja en tranvía y en el matadero de El bruto. En este último caso asociado a la Virgen. “La asociación de la Virgen con el carnuzo tiene en Buñuel su propia economía en relación con el Milagro de Calanda, que asocia la pierna muerta de Miguel Pellicer con la Virgen del Pilar. Volvería a esa connivencia en El bruto (donde la Virgen preside el matadero) y a una similar en La ilusión viaja en tranvía (aunque aquí se trata de un Ecce Homo y no de una Virgen). Pero la que más se acerca a una parodia de las madonnas dalinianas es una imagen de la madre (a la que también se relaciona con las gallinas y los huevos) que, en lo alto de su pedestal, pela manzanas para construir con sus mondas una especie de cordón umbilical con el que apartar a su hijo del pecado carnal.[14] En el mencionado sueño de Los olvidados la madre semeja a la Virgen ofreciéndole la carne a su hijo.
El milagro de Calanda también está relacionado con el carnuzo. Este carnuzo o pierna muerta pero viva...ha dado mucho juego a Luis Buñuel mezclada con otras obsesiones habidas en la rumia de las postrimerías que los jesuitas le inculcaron en los ejercicios espirituales. De ahí que, inevitablemente, rodara en 1970 una película como Tristana...o desparramara manos mutiladas por Un perro andaluz, o El ángel exterminador.[15] El milagro de Calanda está también presente en el ladrón a quien le crecen milagrosamente las manos en Simón del desierto.
Los personajes de don Lope (Tristana) y don Jaime (Viridiana) son viejos putrefactos y lo mismo podemos decir del director de orquesta de La edad de oro.
Terminamos señalando que la putrefacción en el cine de Buñuel no se limita a los burros. En La muerte en este jardín, el padre Lizardi contempla unas hormigas rojas devorando una serpiente todavía viva.
Tristana
Como hemos visto, el carnuzo y lo putrefacto no es más que otra de las múltiples “obsesiones” que recorren la obra de Buñuel, tanto la escrita como la cinematográfica.


[1] Luis Buñuel: Obra literaria. Ed. Heraldo de Aragón, 1982, pág.56
[2] Román Gubern : El primer Buñuel... En: Obsesión es Buñuel. Ed. Antonio Castro. Asociación Luis Buñuel, pág. 95
[3] Román Gubern: El surrealismo en el cine de Luis Buñuel En: Turia, nº 20. junio, 1992, pág. 146
[4] Luis Buñuel: Obra literaria. Ed. Heraldo de Aragón, 1982, pág.258
[5]Ibídem, pág.259
[6]Ibídem, pág.291
[7] Román Gubern: El surrealismo en el cine de Luis Buñuel En: Turia, nº 20, junio, 1992, pág. 149
[8] Santiago Ontañón en Max Aub: Conversaciones con Buñuel. Aguilar, 1985, pág.319
[9] Max Aub: Conversaciones con Buñuel. Aguilar, 1985, pág.41
[10] Román Gubern: Proyector de luna. Anagrama, 1999, pág. 405
[11] Agustín Sánchez Vidal: El mundo de Luis Buñuel. Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1993, pág.192
[12] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel, Plot, 1993, pág. 160.
[13] Agustín Sánchez Vidal: El mundo de Luis Buñuel. Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1993, pág.191
[14] Se trata de la película Subida al cielo. En: Agustín Sánchez Vidal: Buñuel, Lorca, Dalí: El enigma sin fin. Planeta, 1988, pág. 314
[15] Agustín Sánchez Vidal: Buñuel, Lorca, Dalí: El enigma sin fin. Planeta, 1988, pág. 30

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