Buñuel entre México y España (I)

I-Vive en México, pero añora España


Luis Buñuel pasó casi la mitad de su vida en México, de 1946 hasta 1983 en que falleció. Muchos más que en España, de la que salió en 1925 para trasladarse a París. Volvió a residir en España durante unos de años, de 1934 a 1936. Se marchó por la Guerra Civil a París y en 1938 a Estados Unidos. En este país fracasó en sus variados intentos de hacer cine. También fracasó en su pretensión de reemprender con Ricardo Urgoiti su colaboración para hacer cine en Argentina. Entonces le surgió la salida de México: Tras suspenderse la producción fílmica en español pasé ocho meses en Hollywood y se me acabó todo el dinero ahorrado. Había pedi­do los second papers e iba a convertirme en ciudadano estadounidense. En una cena en casa de René Clair, Denise Tual, la viuda de Pierre Batcheff, que comenzaba a producir pe­lículas, me dijo que tenía los derechos para filmar La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Recién terminada la guerra, la obra se había representado con gran éxito en París. Denise quería filmarla en Francia y que la dirigiera yo. Hicimos un corto viaje a Méxi­co de paso para Francia, porque Denise tenía que arreglar aquí unos asuntos, hablar con Os­car Dancigers, etc. En el hotel Montejo llamé por teléfono a Paquito García Lorca, que esta­ba en Nueva York con sus padres y hermanas. Paquito nos dijo que en Londres le daban mu­cho más dinero por los derechos de Federico, y la familia no estaba en buenas condiciones económicas. Le dije que, en ese caso, vendiera la obra a quien le diera más. Informé a Denise: «La obra está vendida. No haremos la pelícu­la.» Denise se volvió a París. En una cena en casa del arquitecto español Mariano Benlliure, el escritor mexicano Fernando Benítez, que además era secretario del Ministro de Goberna­ción, me dijo que si quería quedarme en Mé­xico él me podía ayudar en los trámites. Fui al día siguiente a Gobernación y Benítez me presentó al Ministro, Héctor Pérez Martínez, un hombre amabilísimo, también escritor y fa­vorable a los españoles. «Vuélvase usted a los Estados Unidos y daremos orden al Consulado para que pueda usted venir a radicar en el país.»

Me fui a Hollywood, vendí los muebles que tenía allí y cuando llegaron los papeles vine a México, ahora con Jeanne y los chicos. Tenía ya un encargo de Dancigers para hacer una película, que resultó ser Gran Casino.[1]
Gran Casino
En las cartas que Buñuel le escribió a Urgoiti al final de su estancia en Estados Unidos se interesa por la situación de España: ¿Qué crees del porvenir inmediato de España? Sobre este punto solo podríamos estar hablando durante horas. Comprendo que es delicado, sobre todo para ti, el tratar de ello por carta. De todos modos y sin comprometerte mucho podrías resumir en una sola frase tu opinión, por ejemplo: "Creo que pronto estarás por allí produciendo films conmigo", o por el contrario: "Si no es en la China, Luis, no creo que volvamos a trabajar juntos por lo menos en España". En fin, dime algo aunque sea sibilino. Yo no tengo grandes esperanzas de volver pronto a España y por eso me abro nuevos caminos en Latín América y Francia. He cambiado un poco en bastantes aspectos. Me retiro por completo de toda actividad política, aunque sigo siendo fiel a mis antiguas ideas. Me repugna el mundo y la sociedad tecnológica en que vivo, y tengo la tendencia antivital de refugiarme en el pasado. Como último recurso, y sin creer mucho en él, me agarro al cine para no caer demasiado en la vida contemplativa. Ahora más que nunca deseo hacer cosas e intento emprender aventuras como el film con Jorge Negrete para triunfar sobre ellas en vez de, como antes, despreciarlas y encerrarme en torres de marfil.[2]
Y pensando en un futuro, la visión que tienen de él en su país: Mucho te agradecería que si tienes tiempo me pusieras unas líneas, con toda franqueza y objetividad, de lo que hayas oído sobre mí en España a los ardientes defensores del llamado Caudillo. Tal vez sea infantil y masoquista este interés mío pero es una realidad. Claro que no te insisto porque supongo que no tendrás ya tiempo de escribirme y además tal vez no te agrade. Ya satisfarás mi insana curiosidad en otra ocasión.[3]
Buñuel emigra con su familia a México, pero en realidad su intención era trasladarse después a Francia como hemos señalado anteriormente. En principio pensaba hacer cine, pero luego le ofrecieron el cargo de Secretario General de la Federación Internacional de los Archivos del Film en el mismo país. Fracasó el intento de hacer cine en Francia y renunció al cargo por “motivos familiares”.[4] Y decide establecerse en México.
Me sentía tan poco atraído por la América Latina que siempre decía a mis amigos: «Si desaparezco, buscadme en cualquier parte, menos allí.» Sin embargo, vivo en México desde hace 36 años. Soy, incluso, ciudadano mexicano desde 1949. Al final de la guerra civil, numerosos españoles eligieron México como tierra de exilio, y entre ellos muchos de mis mejores amigos. Estos españoles pertenecían a todas las clases sociales. Había entre ellos obreros, pero también escritores, científicos, que se adaptaban sin demasiado esfuerzo a su nuevo país.[5]
Oscar Dancigers
Como a él le gustaba decir, fue ciudadano mexicano por elección propia.
Al parecer México no le gustó nada el primer día. Contó que llegó a última hora de la tarde o por la noche. Fue al hotel al que le habían dicho que fuera y se metió en la cama porque era tarde. A la mañana siguiente se despertó y le traje­ron el periódico con el desayuno. En la página de sucesos ve­nía un titular que decía: "Muere por preguntón". Sorprendido, leyó la noticia, que consistía -él la escenificaba muy bien- en que un señor había ido preguntando por otro a una casa. El portero le dijo que ese era el cuarenta y el señor por el que preguntaba vivía en el cuarenta y dos. En este segundo núme­ro había preguntado por el señor en cuestión y le contestaron que el señor vivía en el cuarenta. El hombre le decía: "Allí me han dicho que vive en el cuarenta y dos". "Que no, que se lo di­go yo que vive en el cuarenta". Regresa de nuevo al cuarenta y le dice al portero: "Mire su compañero del cuarenta y dos me dice que el señor García vive en el cuarenta". Va de un lado a otro varias veces hasta que uno de los porteros saca una pisto­la y lo mata. Ante esto, Buñuel se dijo que no se quedaba en este país ni veinticuatro horas, pero luego se quedó.[6]
En la correspondencia que mantuvo con Rubia Barcia durante sus primeros años de estancia en México se ve que sigue interesándose por la situación de España y la posibilidad de entrar en ella, y como acepta de buen grado su permanencia en México:
1947:La impresión general aquí entre los refugiados es que lo de España no lleva trazas de arreglarse por ahora. Yo voy a hacer una tentativa de ir a nuestra madre patria dentro de un mes escudándome en lo de la Federación Internacional del film. Tengo grandes posibilidades de poder pasar en España quince días. Sería monumental. En todo caso y si esto me falla iré a Biarritz a pasar una semana con mi madre.[7]
1947:Ante todo le diré que estoy encantado de vivir en México. Por lo pronto aquí se respira libertad o, al menos, se lo cree uno si se compara esta manera de vivir con la de los restantes países del mundo. Mi primera impresión del país fue desagradable, influido como estaba por la civilización del frigidaire, pero de entonces a acá he cambiado radicalmente de criterio. México hoy por hoy y pese a su tradición anárquica es el país más estabilizado, tranquilo y unificado del mundo y esto se traduce en una especie de paz interior, de la que se carece en esa rascacielesca nación donde vive Vd. Después de mi estancia de casi un año he podido comprobar que la leyenda negra que flota sobre México, leyenda sobre su insalubridad, inseguridad de la vida humana, espíritu traidor de sus habitantes, etc., etc., es exageradísima y desde luego lo que haya en ella de realidad debe parecerle poco a un español, si la compara con la de su propio país. Como escritor pobre y perezoso que soy no quiero seguir demostrándole las excelencias de México: bástele saber que he renunciado a los dos cargos que tenía en Francia y que voluntariamente me quedo a vivir aquí, en donde he amueblado un «precioso» apartamento que está a la disposición del matrimonio Barcia si por acaso se decide a venir a México.
En cuanto a España, no pienso más en ella si no es con la misma nostalgia con que a veces me sumerjo en la contemplación de la Edad Media, época feliz de la humanidad.[8]
1947: Y de la familia, Jeanne suspirando con Francia y España, Juan Luis recordando a Hollywood con verdadera pasión obsesiva. Es gringo cien por cien. El pequeño como es natural se ha adaptado a esto.[9]
1948: Y eso que lo he pasado muy mal económicamente. Vivo ayudado; por mi familia de España. Pero, ¿dónde me voy a ir a estas alturas? Triunfante o fracasado pienso continuar por aquí.[10]
Buñuel y Alatriste
1948: Por aquí todo va de mal en peor. La semana última debí haber empezado la preparación de un film para Dancigers, “El último mono” de Arniches. Pero vino la devaluación del peso y su comanditario que es Mr. Porter, un gringo, se abstiene por el momento de desembolsar dólares hasta ver lo que pasa...Los precios suben inconteniblemente y la crisis comienza a tomar un aspecto alarmante. Yo voy pensando en huir de México. ¿Pero a dónde ir? Tal vez a Venezuela. Ayer mismo le envié a Rómulo Gallegos una memoria para la fundación de una unidad productora de filmes documentales en Venezuela...Si esto falla, y ojalá falle, porque ¿qué voy hacer yo en el Valladolid tropical que es Caracas?, tendré que pensar seriamente en volver a Hollywood.[11]
1949: Sería idiota que después de haber sembrado con gran dolor, y grandes fracasos, durante dos años me largase ahora de México, cuando ya los frutos están al alcance de la mano. He perdido todos mis derechos de inmigración, y los de mi familia, en U.S.A. Y he pedido la naturalización mejicana, la cual obtengo uno de estos días. Mi familia seguirá francesa y americana, por el pequeño.[12]
1950: Creo que por fin se va acortando el tiempo de nuestra separación. Aunque creo que ya nunca volveré a vivir en Europa, con la que sin embargo cada día me siento más ligado, espero que mis viajes a ella serán muy frecuentes en lo sucesivo. Puede decirse que desde el día que os dejé hasta hoy no hice más que vivir, mejor dicho luchar para poder ir comiendo pero hace ya casi un año que mi sino ha cambiado y ahora se me presentan grandes perspectivas, sobre todo en lo que a mi trabajo se refiere. Hoy me encuentro desendeudado por completo, con posibilidades inmediatas de ganar lo suficiente para pagarme y pagar a mi familia algún viajecito a Europa. Aparte de eso vivo muy bien, bebo mejor, trabajo muy a gusto mío y si no fuera por mis antiguos y amadísimos amigos de París y por mi madre -que se ha portado conmigo maravillosamente- no tendría necesidad/de abandonar este odioso pero irracionalmente atractivo Nuevo Mundo.
Buñuel en México
A parte de lo que acabo de decir y como tu muy bien descubriste, soy ciudadano mexicano. Por ahí me las den todas.[13]
Tras el estreno de Los olvidados se armó un cierto escándalo en México y algunos hablaron de echarlo del país, pero cuando se le concedió el premio a la mejor dirección todo cambió:
1951: Ahora resulta que, en todos los periódicos de aquí, aparezco como el “gran patriota  mexicano” que ha hecho sonar alto el nombre de México en el extranjero. Aparte de eso, sigo haciendo tonterías cinematográficas, como la que comienzo dentro de un par de horas basada en una novela de Guy de Maupassant. Pero lo principal es que no falte trabajo...y va uno tirando y empleando el trabajo como un arsénico, para olvidar el mundo repugnante en que vivimos.[14]
1952: Recuerdo que Evita estaba contra ese proyecto... y yo también, que vine aquí forzado por las circunstancias. Pero he llegado a querer a México cuando lo he conocido. Por lo pronto, y comparado con el resto del mundo, se respira en un clima de libertad, hay PAZ, y puede uno dedicarse a su trabajo sin amenazas ni represalias porque se piense así o asá. ¿No es esto maravilloso? El país tiene muchos defectos, pero también grandes virtudes. Personalmente ¿en qué país me hubieran permitido hacer LOS OLVIDADOS y SUBIDA AL CIELO? Me he hecho mexicano y pienso vivir siempre aquí. Ahora, a base de anticipos y de bancos, me estoy haciendo una casa... en donde siempre tendrán Vdes. una habitación reservada.[15]
Buñuel se encontraba indiscutiblemente a gusto en México, aunque eso no quita para que vea algunas cosas con una cierta ironía. En una entrevista de 1967 manifestó:
¿Qué pasaporte tiene?
—Mexicano, es el mejor del mundo, como están en buenas relaciones con todos los países...
—¿Le gusta México?
—Sí, es un país muy tranquilo, muy libre porque nadie habla, es como una balsa de aceite, pero si alguien habla, entonces le pegan un tiro.
—Allí la Revolución está institucionalizada, tienen el P.R.I., Partido Revolucionario Institucionalizado.
Buñuel y su esposa Jeanne Rucar
—Sí (sonríe con malicia), es verdad, institucionaliza­da. El 1 de mayo hay una manifestación de ochocientos mil trabajadores. Mi sindicato también va y desfilan los electricistas, los técnicos y todos, cada uno con su pan­carta, "Estamos contigo", "Adelante", pero si a algún po­bre se le ocurre sacar una pequeña pancarta, lo pegan. Yo nunca voy, no me gusta ir a estas cosas. Lo bueno que tiene el Gobierno es que está muy abierto a todos los países. Es una pena que, por cabezonería mexicana, no sostenga relaciones con España.[16]
Hay que decir también que México es un verdadero país, en el que los habitantes se hallan animados de un impulso, de un deseo de aprender y de avanzar que raramente se encuentra en otras partes. Se añaden a ello una extrema amabilidad, un sentido de la amistad y la hospitalidad que han hecho de México, desde la guerra de España (nuestro homenaje al gran Lázaro Cárdenas) hasta el golpe de Estado de Pinochet en Chile, una tierra de asilo seguro. Puede decirse incluso que han desaparecido las divergencias que existían entre mexicanos de pura cepa y gachupines (españoles inmigrados).
De todos los países de América Latina, México es quizás el más estable. Vive en paz desde hace casi sesenta años. Los levantamientos militares y el caudillismo no son más que un sangriento recuerdo. Se han desarrollado notablemente la economía y la instrucción pública. Mantiene excelentes relaciones con Estados de familias políticas muy diversas. Y, finalmente, tiene petróleo. Mucho petróleo.[17]
Buñuel opinaba que México es muy español. Lo es y no lo es, eso lo hace más interesante.[18]


[1] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel, Plot, 1993, pág. 44
[2] Carta a Ricardo Urgoiti, 25/06/1946, en: Luis Fernández Colorado y Josetxo Cerdán: Ricardo Urgoiti. Los trabajos y los días, Cuadernos de la Filmoteca Española, nº 9, 2007
[3] Ibídem de fecha 06/08/1946, pág. 222
[4] Fernando Gabriel Martín: El ermitaño errante. Buñuel en Estados Unidos, Tres Fronteras Ediciones, 2010, pág. 712
[5] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza & Janés, 1982, pág 192
[6] Cuadernos de la Academia: En torno a Luis Buñuel, nº 7-8, agosto, 2000, pág. 115
[7] Carta de Buñuel (06/02/1947) a José Rubia Barcia: Con Luis Buñuel en Hollywood y después. Edicios do Castro, 1992, pág. 30
[8] Ibídem de: 15/05/1947, pág. 32-33
[9] Ibídem: 12/12/1947, pág. 34
[10] Ibídem: 06/07/1948, pág. 37
[11] Ibídem: 3/8/1948, pág. 39
[12] Ibídem: 05/09/1949, pág. 47
[13]  Carta de Luis Buñuel a Lulú Jourdain de fecha: 16/05/1950, en: Carmen Peña Ardid y Víctor M. Lahuerta Guillén (Eds): Buñuel 1950, Los olvidados guion y documentos. Instituto de Estudios Turolenses, 2007, pág. 641
[14] Carta de Luis Buñuel (23/4/51) en: José Rubia Barcia: Con Luis Buñuel en Hollywood y después. Edicios do Castro, 1992, pág. 51
[15] Ibídem. 07/10/1952, pág. 59
[16] 1967, Carlos Rodríguez Sanz, Manuel Pérez Estremera, Vicente Molina Foix y Augusto M. Torres, Nuestro cine, nº 63, julio 1967. Tomado de Augusto M. Torres: Buñuel y sus discípulos, Huerga y Fierro Ed. 2005, pág. 36
[17] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza & Janés, 1982, pág. 206
[18] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel, Plot, 1993, pág. 109

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